7 dic 2012

La voz universal de José Hierro

“Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría/ no podrá morir nunca.”  
José Hierro (“Alegría”, 1947)



El Grupo Literario Guadiana participa en la “Conmemoración Hierro 2012”, con un recital-homenaje que tendrá lugar en el salón de actos de la Biblioteca Pública, el día 14, viernes, a las 19’30. Está invitado el escritor Manuel López Azorín, amigo de José Hierro. Colabora la Diputación Provincial de Ciudad Real.

José Hierro del Real (Madrid, 1922‒2002) recita poemas infinitos mar adentro..., donde siempre regresaba. Siendo niño, su familia se traslada a Santander y residen hasta 1936. Acaba la guerra incivil, tiene 17 años y sufre la brutal represión de la dictadura franquista: lo condenan a 5 de cárcel “por pertenecer a una organización de ayuda a presos políticos” (uno de ellos era su padre).

Cuando sentimos la verdadera desolación, existir significa “todo” y “nada”. Cinco, diez, noventa, mil años arden y sólo quedan sueños entre cenizas (“cualquiera tiempo pasado/ fue mejor"). Pero nadie puede silenciar el corazón del poeta, su voz solidaria con los derrotados: “Almas claras. Ojos despiertos./ Oídos llenos de la música/ del dolor. Los dedos felices,/ aunque los hieran las agudas espinas./ Todo el sabor agrio/ de la vida, en la lengua.

José Hierro había logrado reconocimientos ilustres: Adonais (1947), Nacional de Poesía (1953), Crítica (1957, 1964 y 1999), Príncipe de Asturias de Literatura (1981), Nacional de las Letras Españolas (1990), Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1995) y Premio Cervantes de Literatura (1998). Era Miembro de Honor de la Society of Spanish and Spanish-American Studies (1980), Hijo Adoptivo de Cantabria (1982), Doctor Honoris Causa por la UIMP de Santander (1995), Miembro de la Real Academia Española (1999), Doctor Honoris Causa por la Universidad de Turín y Medalla de Oro en Madrid (2002).

Lazarillo de palabras esenciales (claridad, pasión, misericordia), atesoradas en poemas decididos a llenar el mundo de “Alegría”. Las musas, caprichosas, enloquecidas, vienen y van. José Hierro preparaba el discurso para la RAE, sobre la prosa de Juan Ramón Jiménez, exiliado Premio Nobel de Literatura, sabio maestro y también padrino de Juan Ramón, el primero de sus cuatro hijos.



Amor, infancia, luces, sombras, mares de versos libres, cultura de la vida: lo más valioso que puede dar un poeta: “Toqué la creación con mi frente./ Sentí la creación en mi alma./ Las olas me llamaron a lo hondo./ Y luego se cerraron las aguas.

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